Recuerdo aquella tarde que, después de no poder comer, fuimos al cuarto, con el sol cayendo por el balcón. Te acostaste y yo, sentada, con la cara escondida entre las manos, oscilaba entre llorar y no hacerlo, decidí acostarme a tu lado, y me abrazaste cálidamente, recuerdo la calidez de tu piel.
Recuerdo también como lloré, sin poder parar, en silencio, con tus labios rozando mis húmedas mejillas, recuerdo tu suave beso, y seguir entrelazados, metida entre tus brazos, llorándote, diciéndo sin decirlo, sin quererlo, adiós.
Recuerdo aquella sonrisa, aquella caricia, aquella palabra, y aquel adiós.
Recuerdo en especial aquel adiós.